http://tundratabloids.com/2013/11/leader-of-fascist-hungarian-jobbik-fawns-over-islam-in-turkey.html
El anarquismo es una variante de la ideología burguesa
La concepción del mundo de los anarquistas es la concepción burguesa
vuelta del revés. Sus teorías individualistas y su idea individualista
están en oposición directa con el socialismo. Sus opiniones no expresan
el futuro del régimen burgués, que marcha con fuerza incontenible hacia
la socialización del trabajo, sino el presente e incluso el pasado de
ese régimen, el dominio de la ciega casualidad sobre el pequeño
productor aislado y solitario. Su táctica, que se reduce a negar la
lucha política, desune a los proletarios y los transforma de hecho en
participantes pasivos de una u otra política burguesa, pues para los
obreros es imposible e irrealizable apartarse de verdad de la política.
Lenin, Socialismo y anarquismo, 7 de diciembre de 1905
Nuestros amigos de España verán ahora el abuso que hacen estos señores
de la palabra ‘autoritario’. En cuanto a los bakuninistas les desagrada
alguna cosa, dicen: ‘Eso es autoritario’, y con ello creen haberlo
condenado para siempre. Si en lugar de ser burgueses, periodistas, etc.,
fueran obreros, o si hubieran estudiado solamente un poco las
cuestiones económicas y las condiciones de la industria moderna, sabrían
que ninguna acción común es posible sin la imposición a algunas
personas de una voluntad extraña, es decir, de una autoridad. Ya sea la
voluntad de una mayoría de votantes, de un comité director o de un solo
hombre, será siempre una voluntad impuesta a los disidentes; pero sin
esta voluntad única y dirigente, ninguna cooperación es posible. ¡Pruebe
a hacer marchar una de las grandes fábricas de Barcelona sin dirección,
es decir, sin autoridad! ¡O administrar un ferrocarril sin la
certidumbre de que cada ingeniero, fogonero, etc., se encontrará en su
puesto en el momento exacto en que deba estar en él! Me gustaría saber
si el bravo Bakunin confiaría su obeso cuerpo a un vagón de ferrocarril
si ese ferrocarril fuera administrado de acuerdo con los principios que
proclaman que nadie se encontrará en su sitio si no le gusta sufrir la
autoridad de los reglamentos, ¡mucho más autoritarios en todo estado
posible de la sociedad que el Reglamento aprobado en el Congreso de
Basilea! Todas estas grandes frases ultrarradicales y
ultrarrevolucionarias ocultan únicamente la más completa miseria de
ideas y la más completa ignorancia de la condiciones en que transcurre
la vida cotidiana de la sociedad.
Engels, Carta a Pablo Lafargue, 30 de diciembre de 1871
Me parece que se abusa demasiado de las frases sobre la ‘autoridad’ y la
centralización. No conozco cosa más autoritaria que una revolución y
creo que cuando se impone la propia voluntad a otros con bombas y con
balas de fusil, como ocurre en toda revolución, se comete un acto
autoritario. Es precisamente la falta de centralización y de autoridad
lo que le ha costado la vida a la Comuna de París.
Después de la victoria, haced de la autoridad, etc., lo que queráis;
pero para la lucha es preciso reunir todas nuestras fuerzas en un solo
puño y concentrarlas en el punto mismo de ataque. Y cuando se me habla
de la autoridad y de la centralización como de dos cosas condenables en
todas las circunstancias posibles, me parece que quienes hablan así o no
saben lo que es una revolución, o son revolucionarios sólo de palabra.
Engels, Carta a Carlos Terzaghi, 14 de enero de 1872
No discrepamos en modo alguno de los anarquistas en cuanto a la
abolición del Estado como meta. Lo que afirmamos es que, para alcanzar
esta meta es necesario el empleo temporal de los instrumentos, de los
medios, de los métodos del Poder estatal contra los explotadores, igual
que para destruir las clases es necesaria la dictadura temporal de la
clase oprimida [...]
La diferencia entre los marxistas y los anarquistas consiste en lo siguiente:
— En que los primeros, proponiéndose como fin la destrucción
completa del Estado, reconocen que este fin sólo puede alcanzarse
después de que la revolución socialista haya destruido las clases, como
resultado de la instauración del socialismo, que conduce a la extinción
del Estado, mientras que los segundos quieren destruir completamente el
Estado de la noche a la mañana, sin comprender las condiciones bajo las
que puede lograrse esta destrucción.
— En que los primeros reconocen la necesidad de que el
proletariado, después de conquistar el poder político, destruya
totalmente la vieja máquina del Estado, sustituyéndola por otra nueva,
formada por la organización de los obreros armados, según el tipo de la Comuna [de París],
mientras que los segundos, abogando por la destrucción de la máquina
del Estado, tienen una idea absolutamente confusa respecto al punto de
con qué ha de sustituir esa máquina el proletariado y cómo éste ha de
emplear el poder revolucionario. Los anarquistas rechazan incluso el
empleo del poder estatal por el proletariado revolucionario, su
dictadura revolucionaria.
— En que los primeros propugnan que el proletariado se prepare
para la revolución utilizando el Estado moderno, mientras que los
anarquistas lo rechazan.
Lenin, El Estado y la revolución, 17 de diciembre de 1918
La abolición del Estado tiene para los comunistas el único sentido de
que es un resultado necesario de la abolición de las clases, junto con
las cuales desaparece por sí sola la necesidad de la fuerza organizada
de una clase para tener subordinadas a las demás [...]
Entretanto, la abolición del Estado, la anarquía se ha convertido en Alemania en una palabra de moda.
Los contados discípulos alemanes de Proudhon, la ‘alta’ democracia
berlinesa e incluso las olvidadas ‘mentes preclaras de la nación’ del
Parlamento de Stuttgart y de la Regencia imperial, todos ellos, cada uno
a su manera, han asimilado esta expresión, terrible en apariencia [...]
Ante la anarquía auténtica de las crisis revolucionarias, cuando
las masas (y el poder del Estado) recurrieron entre sí a la ‘fuerza
bruta’, estos representantes de la anarquía hicieron en cada ocasión
todo lo posible para contener la anarquía. El contenido de esa cacareada
‘anarquía’ se redujo, a fin de cuentas, a lo que en países más
desarrollados se expresa con la palabra ‘orden’. Los amigos de la
anarquía en Alemania se encuentran en completa entente cordiale con los ‘amigos del orden’ en Francia.
En la medida en que los amigos de la anarquía no dependen de los
franceses Proudhon y Girardin, en la medida en que su mentalidad es de
origen germano, tienen todos ellos un venero común: Stirner [...] La
prédica de Stirner sobre la sociedad sin Estado ha sido especialmente
beneficiosa para dar a la anarquía a lo Proudhon y a la abolición del
Estado a lo Girardin la ‘bendición suprema’ de la filosofía alemana. Es
cierto que el libro de Stirner El Único y su propiedad ha sido olvidado; pero su modo de pensar y en particular, su crítica del Estado, emerge de nuevo en los amigos de la anarquía.
Engels, La consigna de abolición del Estado y los amigos de la anarquía alemanes, octubre de 1850
He leído ya la mitad de Proudhon y estimo que tu opinión es
completamente justa. Su apelación a la burguesía, su retorno a
Saint-Simon y centenares de otras cosas, ya en la parte crítica,
confirman que considera la clase industrial, la burguesía y el
proletariado, en el fondo, idénticos y supone que el antagonismo entre
ellos existe únicamente por no haber terminado la revolución. La
construcción seudofilosófica de la historia está completamente clara:
hasta la revolución, la clase industrial existía ‘en sí’; de 1878 a
1848, en estado de antagonismo; negación; la síntesis proudhoniana
resuelve todo esto de golpe. Todo junto me parece el último intento de salvar teóricamente a la burguesía [...]
El gobierno no es más que el poder de una clase para someter a otra
clase y desaparecerá junto con la desaparición de las contradicciones de
clase.
Engels, Carta a Marx, 21 de agosto de 1851
Los señores de París tienen la cabeza atiborrada de las más hueras
frases proudhonianas. Charlan de la ciencia y no saben nada. Mantienen
una actitud despectiva hacia todo lo revolucionario, es decir, hacia
toda acción que dimane de la propia lucha de clases, hacia todo
movimiento social concentrado, que, por tanto, pueda llevarse también
por medios políticos (por ejemplo, la reducción de la jornada de
trabajo). Bajo el pretexto de libertad y antigubernamentalismo o
individualismo antiautoritario, estos caballeros, que durante dieciséis
años vienen soportando tan calladamente el más vergonzoso despotismo
¡predican de hecho la economía burguesa ordinaria idealizada por
Proudhon! Proudhon ha hecho mucho daño. Su aparente crítica
y su aparente oposición a los utopistas (él mismo era solamente un
utopista pequeño burgués, mientras que en las utopías de Fourier, Owen,
etc., podemos encontrar el presentimiento y la concepción fantástica de
un mundo nuevo) atrajo y conquistó al principio a la jeunessse brilliante, a los estudiantes, y luego a los obreros, sobre todo a los de París.
Marx, Carta a Kugelmann, 9 de octubre de 1866
Los anarquistas plantean todo al revés. Declaran que la revolución
proletaria debe empezar por suprimir la organización política del
Estado. Pero la única organización que el proletariado encuentra ya
preparada después de su victoria es precisamente el Estado. Es cierto
que este Estado requiere cambios muy considerables antes de que pueda
cumplir sus nuevas funciones. Pero destruirlo en tal momento
significaría destruir la única arma con que el proletariado victorioso
puede utilizar el poder que acaba de conquistar, aplastar a sus enemgos
capitalistas y llevar a cabo la revolución económica de la sociedad, sin
la cual toda victoria debería terminar en una nueva derrota y en el
asesinato en masa de los obreros, como ocurrió después de la Comuna de París.
Engels, Con motivo de la muerte de Carlos Marx, 12 de mayo de 1883
La ‘teoría’ era el programa de Bakunin. Constaba, de hecho, de tres puntos.
— Primera reivindicación de la revolución social: abolición del
derecho de herencia, vieja morralla saint-simonista, de la que el charlatán e ignorante Bakunin
se hizo editor responsable. Es evidente: si tuviera usted la
posibilidad de hacer la revolución social en un día, por decreto
plebiscitario, aboliría en el acto la propiedad agraria y el capital, y
con ello no tendría ninguna necesidad de ocuparse del derecho de
herencia. Por otra parte, si no tuviera esa oportunidad (y,
naturalmente, sería absurdo suponer esa posibilidad), proclamar la
abolición del derecho de herencia no sería un acto serio sino una
amenaza estúpida que agruparía a todo el campesinado y a toda la pequeña
burguesía alrededor de la reacción. Suponga, por ejemplo, que los
yanquis no hubieran podido abolir la esclavitud por la fuerza de las
armas. ¡Qué imbecilidad habría sido proclamar la abolición del derecho a
heredar los esclavos! ¡Toda esta teoría se basa en el anticuado
idealismo que considera la jurisprudencia actual como la base de nuestro
sistema económico en lugar de ver en nuestro sistema económico la base y
la fuente de nuestra jurisprudencia. En lo que se refiere a Bakunin,
quería únicamente improvisar un programa de su propia cosecha. Eso es
todo. Era un programa de ocasión.
— ‘La igualdad de las diferentes clases’. Suponer, por una parte,
que han de seguir existiendo las clases y, por otra, la igualdad de los
miembros de estas clases, este absurdo, muestra en el acto la desvergonzada ignorancia y superficialidad de ese sujeto, que ve su ‘misión especial’ en enseñarnos ‘teoría’.
— La clase obrera no debe ocuparse de política. Su tarea consiste
solamente en organizarse en tradeuniones. Un buen día, con ayuda de la Internacional,
ocuparán el lugar de todos los Estados existentes. ¡Ahí tiene en qué
caricatura ha convertido mi doctrina! Por cuanto nuestro objetivo final
es transformar en asociaciones los Estados existentes, debemos según él,
permitir a los gobiernos, a estas gigantescas tradeuniones de las
clases gobernantes, que hagan lo que les venga en gana, ya que si
tratamos con ellos eso significará que los reconocemos. ¡Así!
Exactamente lo mismo decían los socialistas de la vieja escuela: No
debéis ocuparos de los problemas del salario, por cuanto queréis abolir
el trabajo asalariado; ¡y luchar contra el capitalismo por aumentar los
salarios significa reconocer el trabajo asalariado! Este asno no ha
comprendido siquiera que todo movimiento de clase como tal es y ha sido siempre un movimiento político.
Ese es todo el bagaje teórico del profeta Bakunin, de este Mahoma sin Corán.
Marx, Carta a Lafargue, 19 de abril de 1870
Bakunin tiene una teoría propia, consistente más o menos en una mezcla
de comunismo y de proudhonismo. El querer reunir estas dos teorías en
una demuestra que es absolutamente ignorante en economía política.
Ha tomado de Proudhon, entre otras frases, la anarquía como el estado
final de la sociedad. Es contrario a toda acción política de la clase
obrera, por cuanto esa acción significaría reconocer de hecho el Estado
existente y, además, porque todos los actos políticos son, en su
opinión, ‘autoritarios’. No explica de qué modo espera que sean
destruidas la presente opresión política y la tiranía del capital ni
cómo intenta llevar adelante sin ‘actos de autoridad’ su idea favorita
de la abolición de la herencia. Durante la insurreción de Lyon en
septiembre de 1870, aplastada por la fuerza armada, Bakunin decretó en
la Casa Consistorial la abolición del Estado, sin tomar ninguna medida
contra todos los burgueses de la Guardia Nacional, que se dirigieron
tranquilamente a la Casa Consistorial, echaron a la calle a Bakunin y en
menos de una hora restablecieron el Estado. Como quiera que sea,
Bakunin ha fundado con su teoría una secta a la que pertenecen una
pequeña parte de los obreros franceses y suizos, muchos de los nuestros
en España y algunos en Italia, entre los que se encuentran Caporusso y
sus amigos, con lo que Caporusso hace honor a su nombre: tiene por jefe a
un ruso.
Pues bien, nuestra Asociación (I Internacional)
es un centro de convergencia y de correspondencia entre las sociedades
obreras de los distintos países que aspiran a un mismo fin, a saber: la
protección, el progreso y la completa emancipación de la clase obrera
(artículo primero de los Estatutos de la Asociación). Si las teorías
especiales de Bakunin y de sus amigos se limitaran a estos objetivos, no
habría objeciones para aceptarlos como miembros y permitirles hacer
cuanto pudieran para propagar sus ideas por todos los medios adecuados.
En nuestra Asociación tenemos hombres de todo género: comunistas,
proudhonistas, unionistas, tradeunionistas, cooperadores, bakuninistas,
etc., e incluso en nuestro Consejo General hay hombres de opiniones
bastante diferentes.
En el momento en que la Asociación se convirtiera en una secta,
estaría perdida. Nuestra fuerza reside en la amplitud con que
interpretamos los Estatutos, a saber: que son admitidos todos los
hombres que aspiran a la emancipación completa de la clase obrera. Por
desgracia, los bakuninistas, con la estrechez de espíritu común a todos
los sectarios, no se han considerado satisfechos con eso. El Consejo
General, según ellos, estaba compuesto de reaccionarios y el programa de
la Asociación era demasiado inconcreto. El ateísmo y el materialismo
-que el propio Bakunin ha tomado de nosotros, los alemanes- deben, a su
juicio, ser obligatorios; la abolición de la herencia, del Estado, etc.,
deben formar parte de nuestro programa. Pero Marx y yo somos tan viejos
y buenos materialistas como Bakunin, igual que lo son casi todos
nuestros miembros; que el mencionado derecho de herencia es una
absurdidad lo sabemos tan bien como Bakunin, aunque nos diferenciamos de
él en lo que concierne a la importancia y la conveniencia de presentar
su abolición como la liberación de todos los males. ‘La abolición del
Estado’ es una vieja frase filosófica alemana de la que hicimos mucho
uso ya cuando éramos simples jóvenes. Pero incluir todo eso en nuestro
programa significaría alejar a un inmenso número de nuestros miembros y
dividir, en lugar de unir, al proletariado europeo. Cuando fracasaron
los esfuerzos por conseguir que el programa bakuninista fuese adoptado
como programa de la Asociación, se intentó empujar indirectamente a la
Asociación por un camino equivocado. Bakunin formó en Ginebra una
Alianza de la Democracia Socialista, que debía ser una asociación
internacional separada de la nuestra. ‘Las mentes más radicales’ de
nuestras secciones, los bakuninistas, debían formar en todas partes
secciones de esta Alianza, y estas secciones tenían que someterse a un
Consejo General separado en Ginebra (Bakunin) y tener Consejos
Nacionales distintos a los nuestros. En nuestro Congreso General la
Alianza debía sesionar por la mañana con nosotros y después de mediodía
celebrar su propio congreso separado. Este gracioso plan fue presentado
al Consejo General en noviembre de 1868. Pero el 22 de diciembre de
1868, el Congreso General anuló estas reglas como contrarias a los
Estatutos de nuestra Asociación y declaró que las secciones de la
Alianza podían ser admitidas sólo separadameente y que la Alianza debía
disolverse o dejar de pertenecer a la Internacional. El 9 de marzo de 1869, el Consejo General informó a la Alianza que no existe, por consiguiente, ningún obstáculo para que las secciones de la Alianza se transformen en secciones de la Asociación Internacional de los Trabajadores. Si la disolución de la Alianza y el ingreso de sus secciones en la Asociación Internacional de los Trabajadores son decididos definitivamente, será necesario, según nuestro
Reglamento, comunicar al Consejo General el lugar de residencia y la
fuerza nurnérica de cada nueva sección. Estas condiciones jamás
fueron cumplidas exactamente. La Alianza como tal fue desaprobada en
todas partes excepto en Francia y Suiza, donde a fin de cuentas ha
creado la división: cerca de 1.000 bakuninistas -menos de una décima
parte de nuestros adeptos- se han retirado de la federación francesa y
suiza y han pedido al Consejo General que se les reconozca como una
federación aparte, cosa que el Consejo, probablemente, no obstaculizará.
Por todo esto verá que el resultado principal de la acción de los bakuninistas ha consistido en crear la división en nuestras filas. Nadie ha puesto obstáculos a sus dogmas especiales, pero no se han dado por satisfechos con eso y han querido mandar e imponer sus doctrinas a todos nuestros miembros.
Hemos resistido, como era nuestro deber; sin embargo, si aceptan
existir tranquilamente al lado de nuestros otros miembros, no tenemos ni
el derecho ni el deseo de excluirlos. La cuestión consiste en si es
conveniente destacar a tales elementos, y si sabemos ganarnos las
secciones italianas, no embebidas de este fanatismo especial, podremos
ciertamente trabajar mejor con ellos. Usted mismo podrá juzgar de esto
de acuerdo con las condiciones que encuentre en Nápoles.
Engels, Carta a Carlos Cafiero, 1 de julio de 1871
Por medio de esta organización secreta tratan de imponer a la Internacional la doctrina personal y ortodoxa del señor Bakunin. Ellos que exigen que la Internacional se organice de abajo arriba se someten con humildad como miembros de la Alianza a las órdenes que les llegan de arriba abajo [...]
Nos hallamos por vez primera en la historia de las luchas de la clase
obrera ante una conspiración secreta urdida en el seno de la propia
clase obrera con el fin de hacer saltar no el régimen explotador
existente, sino la Asociación misma, que le combate con la mayor
energía.
Engels, El Consejo General a todos los miembros de la AIT, 6 de agosto de 1872
La abstención absoluta en política es imposible; todos los periódicos
abstencionistas hacen también política. El quid de la cuestión consiste
únicamente en cómo la hacen y qué política hacen. Por lo demás, para
nosotros la abstención es imposible. El partido obrero existe ya como
partido político en la mayoría de los países. Y no seremos nosotros los
que lo destruyamos predicando la abstención. La experiencia de la vida
actual, la opresión política a que someten a los obreros los gobiernos
existentes, tanto con fines políticos como sociales, les obligan a
dedicarse a la política, quiéranlo o no. Predicarles la abstención
significaría arrojarlos en los brazos de la política burguesa. La
abstención es completamente imposible, sobre todo después de la Comuna de París, que ha colocado la acción política del proletariado a la orden del día.
Queremos la abolición de las clases. ¿Cuál es el medio
para alcanzarla? La dominación política del proletariado. Y cuando en
todas partes se han puesto de acuerdo con ello, ¡se nos pide que no nos
mezclemos en la política! Todos los abstencionistas se llaman
revolucionarios y hasta revolucionarios por excelencia. Pero la
revolución es el acto supremo de la política. El que la quiere debe
querer el medio, la acción política que la prepara, que proporciona a
los obreros la educación para la revolución y sin la cual los obreros,
al día siguiente de la lucha serán siempre engañados por los Favre y los
Pyat. Pero la política a que tiene que dedicarse es la política obrera;
el partido obrero no debe constituirse como un apéndice de cualquier
pártido burgués, sino como un partido independiente, que tiene su
objetivo propio, su política propia.
Engels, Acta del discurso pronunciado en la Conferencia de Londres de la AIT, 21 de setiembre de 1871
Considerando:
que en el preámbulo a los Estatutos se dice: ‘La emancipación
económica de la clase obrera es, por lo tanto el gran fin al que todo
movimiento político debe ser subordinado como medio’;
que el Manifiesto inaugural de la Asociación Internacional de los Trabajadores
(1864) dice: ‘Los señores de la tierra y los señores del capital se
valdrán siempre de sus privilegios políticos para defender y perpetuar
sus monopolios económicos. Muy lejos de contribuir a la emancipación del
trabajo, continuarán oponiéndole todos los obstáculos posibles. La
conquista del poder político, ha venido a ser por lo tanto, el gran
deber de la clase obrera’;
que en el Congreso de Lausana (1867) se aprobó la siguiente
resolución: ‘La emancipación social de los obreros está inseparblemente
unida a su emancipación política’;
que en la declaracion del Consejo General con motivo del pretendido complot de los miembros franceses de la Internacional
en vísperas del plebiscito (1870) se dice: ‘Ciertamente, a tenor de
nuestros Estatutos, todas nuestras secciones en Inglaterra, en el
Continente y en América tienen la misión especial no sólo de servir de
centros de organización militante de la clase obrera, sino también
apoyar, en los países respectivos, todo movimiento político que
contribuya a alcanzar nuestro objetivo final: la emancipación económica
de la clase obrera;
que las traducciones falsas de los Estatutos Provisionales han
dado motivo a interpretaciones equivocadas, que han perjudicado el
desarrollo y la acción de la Asociación Internacional de los Trabajadores;
ante la desenfrenada reacción, que aplasta violentamente todo
intento de emancipación por parte de los obreros y que pretende mantener
por la fuerza bruta las diferencias de clase y la dominación política
de las clases poseedoras, engendrada por ellas;
Considerando:
que contra este poder colectivo de las clases poseedoras la clase
obrera puede actuar como clase únicamente si se constituye en partido
político especial, distinto y opuesto a todos los partidos formados por
las clases poseedoras;
que esta constitución de la clase obrera en partido político es
indispensable para asegurar el triunfo de la revolución social y su
objetivo final: la abolición de las clases;
que la combinación de fuerzas conseguida ya por la clase obrera
como resultado de la lucha económica debe servir, al mismo tiempo, como
palanca en su lucha contra el poder político de los grandes propietarios
agrícolas y de los capitalistas,
la Conferencia recuerda a los miembros de la Internacional que en la lucha de la clase obrera, su movimiento económico y su acción política están indisolublemente unidos.
Engels, Resoluciones de la Conferencia de Londres de la AIT, 23 de setiembre de 1871
La Internacional fue fundada para remplazar las sectas socialistas o semisocialistas par
una organización real de la clase obrera con vistas a la lucha. Los
Estatutos provisionales y el Manifiesto Inaugural lo muestran a simple
vista. Por otra parte, la Internacional no hubiera podido afirmarse si el espíritu de secta no hubiese sida ya
aplastado por la marcha de la historia. El desarrollo del sectarismo
socialista y el desarrollo del movimiento obrero real se encuentran
siempre en proporción inversa. Las sectas están justificadas
históricamente mientras la clase obrera aún no ha madurado para un
movimiento histórico independiente. Pero en cuanto ha alcanzado esa
madurez, todas las sectas se hacen esencialmente reaccionarias. Por
cierto, en la historia de la Internacional
se ha repetido lo que la historia general nos muestra en todas partes.
Lo caduco tiende a restablecerse dentro de las nuevas formas aparecidas.
La historia de la Internacional
también ha sido una lucha continua del Consejo General contra las
sectas y los experimentos de diletantes que tendían a echar raíces en la
Internacional contra el verdadero movimiento de la clase obrera. Esta lucha se ha
librado en los Congresos y, mucho más aún, en las reuniones especiales
del Consejo General con las distintas secciones.
Como en París los proudhonistas (los mutualistas) figuraban entre
los fundadores de la Asociación, tuvieron las riendas en sus manos
durante los primeros años. Posteriormente surgieron allí como era
lógico, unos colectivistas, positivistas y otros que se opusieron a
ellos [...]
A fines de 1868 ingresó en la Internacional el ruso Bakunin con el fin de crear en el seno de ella y bajo su dirección una segunda Internacional titulada ‘Alianza de la Democracia Socialista’. Bakunin, hombre sin ningún conocimiento teórico, pretendía que esta organización particular dirigiese la propaganda científica de la Internacional, propaganda que quería hacer especialidad de esta segunda Internaciona en el seno de la Internacional.
Su programa estaba compuesto de retazos superficialmente hilvanados de ideas pequeñoburguesas arrebañadas de acá y de allá:
igualdad de las clases (!), abolición del derecho de herencia como
punto de partida del movimiento social (morralla saint-simonista), el
ateísmo como dogma obligatorio para los miembros de la Internacional, etc., y en calidad de dogma principal, la abstención (proudhonista) del movimiento político.
Esta fábula infantil fue acogida con simpatía (y hasta cierto punto es apoyada aún hoy) en Italia y en España, donde las condiciones reales del movimiento obrero están aún poco desarrolladas, y también entre algunos fatuos, ambiciosos y hueros doctrinarios en la Suiza Latina y en Bélgica.
Para el señor Bakunin su doctrina (bazofia de trozos
tomados de Proudhon, Saint-Simon y otros) era y es un asunto
secundario, un simple medio para su encumbramiento personal. Como
teórico es un cero a la izquierda, pero las intrigas son su elemento.
El Consejo General ha tenido que luchar durante años contra este
complot (apoyado hasta cierto punto por los proudhonistas franceses,
sobre todo en el Mediodía de Francia). Finalmente, valiéndose de las
resoluciones l, 2 y 3, IX, XVI y XVII de la Conferencia, descargó el
golpe que tanto tiempo llevaba preparando.
Como es lógico, el Consejo General no va a apoyar en América lo
que combate en Europa. Las resoluciones 1, 2, 3 y IX dan ahora al Comité
de Nueva York armas legales para terminar con todo sectarismo y con
todos los grupos diletantes, expulsándolos si llega el caso...
Nota bene: Sobre el movimiento político.
... El movimiento político de la clase obrera tiene como último
objetivo, claro está, la conquista del poder político para la clase
obera y a este fin es necesaria, naturalmente, una organización previa
de la clase obrera, nacida en su propia lucha económica y que haya
alcanzado cierto grado de desarrollo.
Pero, por otra parte todo movimiento en el que la clase obrera
actúa como clase contra las clases dominantes y trata de forzarlas
‘presionando desde fuera’, es un movimiento político. Por ejemplo, la
tentativa de obligar mediante huelgas a capitalistas aislados a reducir
la jornada de trabajo en determinada fábrica o rama de la industria es
un movimiento puramente económico; por el contrario, el movimiento con
vistas a obligar a que se decrete la ley de la jornada de ocho horas,
etc., es un movimiento político. Así pues, de los movimientos económicos
separados de los obreros nace en todas partes un movimiento político,
es decir, un movimiento de la clase, cuyo objeto es que se dé
satisfacción a sus intereses en forma general, es decir, en forma que
sea compulsoria para toda la sociedad. Si bien es cierto que estos
movimientos presuponen cierta organización previa, no es menos cierto
que representan un medio para desarrollar esta organización.
Allí donde la clase obera no ha desarrollado su organización lo
bastante para emprender una ofensiva resuelta contra el poder colectivo,
es decir, contra el poder político de las clases dominantes, se debe,
por lo menos, prepararla para ello mediante una agitación constante
contra ese poder y adoptando una actitud hostil hacia la política de las
clases dominantes. En caso contrario, la clase obrera será un juguete
en sus manos, como lo ha demostrado la revolución de setiembre en
Francia y como lo está, hasta cierto punto, demostrando el juego que aún
hoy llevan con éxito en Inglaterra Gladstone y Cía.
Marx, Carta a Federico Bolte, 23 de noviembre de 1871
El [II] congreso [de la Internacional Comunista]
llama la atención de todos los camaradas, sobre todo los de los países
latinos y anglosajones, sobre el siguiente hecho: después de la guerra
se produjo una profunda división de ideas entre los anarquistas de todo
el mundo con respecto a la actitud a observar frente a la dictadura del
proletariado y el poder soviético. En esas condiciones, entre los
elementos proletarios que con frecuencia se sintieron atraídos al
anarquismo por el odio plenamente justificado al oportunismo y al
reformismo de la II Internacional,
se observa una comprensión particularmente exacta de esos principios,
que se extiende cada vez más a medida que la experiencia de Rusia,
Finlandia, Hungría, Lituania, Polonia y Alemania es mejor conocida.
Por esas razones, el Congreso considera un deber de todos los
camaradas el sostener por todos los medios la transición de todos los
elementos proletarios de masas del anarquismo a la III Internacional.
El Congreso considera que el éxito de la acción de los partidos
verdaderamente comunistas debe ser apreciado entre otras cosas en la
medida en que hayan logrado atraer a todos los elementos verdaderamente
proletarios del anarquismo.
Resoluciones del II Congreso de la Internacional Comunista
Sacado de la extinta página http://www.antorcha.org/
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